lunes, 1 de abril de 2013

Martín Cuenca devuelve el cine a Almería

Hace unos tres años asistí al primer pre-estreno de una película. Mi padre consiguió invitaciones y no me lo pensé dos veces. No importaba que para el día siguiente tuviera mucha tarea que hacer, no importaba que tuviese que madrugar, no importaba que hiciese frío, no importaba que estuviese lloviendo, era un pre-estreno, mejor dicho ¡era un pre-estreno en Almería! Dio la hora y en quince minutos ya estaba en el Teatro Cervantes, en pleno centro de Almería. Había mucha gente en la puerta haciendo cola. Hacía mucho tiempo que no veía tanto alboroto en la puerta del Teatro. Una pequeña alfombra roja recorría la calle y desembocaba en la puerta, protegida por un cordón de seguridad y con un gran cartel de fondo titulado 'La mitad de Óscar'. De repente, multitud de fotógrafos aparecieron por la esquina y se colocaron frente a ese pequeño photocall. La gente comenzó a alarmarse, algo gordo iba a pasar. En menos de un minuto aparecieron Manuel Martín Cuenca, Rodrigo Sáenz de Heredia y Verónica Echegui. Obviamente Verónica Echegui acaparaba todas las miradas. Llegó mi turno, entregué mi invitación al de seguridad, me dijo: “¿quieres la entrada de recuerdo?” Y le dije: “Por supuesto...”. Busqué mi asiento, se apagaron las luces y comenzó la película.

La primera imagen de 'La mitad de Óscar' es las salinas de Cabo de Gata, en Almería. Óscar (Rodrigo Sáenz de Heredia) bajo un traje de guardia de seguridad aguarda sentado. Segundos después un hombre, ya mayor (Manuel Martín Roca), se acerca lentamente en su bicicleta. Ambos comen juntos en una explanada rodeada de montañas de sal. Óscar es un tipo normal y corriente, un guardia de seguridad con una vida monótona que se limita a vigilar las salinas y visitar a su abuelo enfermo de alzheimer hasta que este es traslado al hospital. Es aquí cuando entra en escena su hermana María (Verónica Echegui), de quien no sabe nada desde hace unos años. 


El director Manuel Martín Cuenca es el encargado de contarnos este drama co-escrito con Alejandro Hernández. Esta cinta del cineasta almeriense está plagada de silencios, sin acompañamiento musical. Silencios que hablan. Silencios que dicen mucho más que cualquier conversación. Silencios acompañados por el sonido de la ciudad, el de las olas del mar, el del viento tan propio de Almería. Ese silencio roto en momentos como la espléndida escena nocturna con el taxista (Antonio de la Torre) o la preciosa, dura, reveladora y perfectamente calculada escena en el interior del hotel, donde asistimos, con el mar de testigo, a la llegada del amanecer. El film también está lleno de planos fijos, grandes planos donde se aúnan playa, ciudad y montaña. Planos de una belleza espectacular gracias a su decorado natural (la carretera hacia Aguadulce, las vistas del hotel, la playa de San José).



Es una película que devuelve el cine a la tierra soñada por tantos cineastas de antaño. 


Daniel Parra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario