Recuerdo
mi último año de ESO. Recuerdo Bachiller. Recuerdo Selectividad. Recuerdo aquel
largo verano. Recuerdo el día que me matriculé aquí, recuerdo el primer día de
clase, el primer hola, el primer adiós, el primer amigo y el primer enemigo.
Dentro
de poco haré dos años aquí, en esta carrera. Dos años en los que ha pasado de
todo, en los que mi vida ha dado un cambio radical. Dos años en los que he
aprendido mucho.
Pero
aquí no se viene a recordar, aquí se viene a rajar ¿No?
Desde
el primer momento que llegué a la facultad el pesimismo se respiraba: “esta
carrera es una mierda”, “si pretendes dedicarte a este mundo, chico, métete en
un módulo”, “el plan de estudios es una mierda”. Y por supuesto, aquella alegre
competitividad “Sí, tío, me he visto todas las películas de este director ruso,
me fascina mucho su técnica de montaje”, “Esta fotografía es muy buena, me
recuerda mucho a Cartier-Bresson”, y comentarios por el estilo que solo
consiguieron sentirme el cerdito en la gran ciudad.
Pero
a base de fuerza de voluntad, de cursos, de aprender por mi propia cuenta, de
juntarme con unas bellísimas personas; he llegado a sentirme orgulloso de mí
mismo. A darme cuenta de que aprendo, de que sé hacer cosas y de que puedo
llegar lejos.
Todavía
no he llegado a verme la filmografía de aquel director ruso, y no creo que lo
haga. Es duro tener por sueño dedicarse al mundo de los videojuegos y estar en
una carrera en la que das de todo menos lo que te gusta. Pero no me arrepiento,
porque aunque sea difícil y muchas veces caiga en depresión, sé que algún día,
a base de fuerza de voluntad, llegaré donde quiero estar. Porque aunque no lo crea, con el tiempo, algo aprendo.
¿No?
Un
saludo, Seleucos.
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