Todos pensábamos en el momento de terminar bachiller y poder
llegar por fin a la universidad, y así es, el momento llegó. Primer día de
facultad, con cierto nerviosismo por saber qué nos íbamos a encontrar, ese
nuevo mundo, algo tan “grande” como la universidad… y tan grande no era cuando
nos vimos dentro del zulo, aquello era más pequeño que cualquier clase de
instituto, de pronto todas las expectativas se desmoronaron.
Pero bueno lo que tocaba era acostumbrarse, el primer curso
apenas pisábamos la facultad, ahora al menos damos algunas clases fuera del
zulo, que quiera que no se nota.
De la facultad podemos destacar la cafetería, que es una de
las mejores, de hecho siempre hay gente que viene de otras facultades solo para
la cafetería. Otra cosa, las mesas de fuera para hacer los trabajos, llega una
época en la que es imposible encontrar sitio a cualquier hora, y es que cuando
hay que hacer trabajos la facultad termina convirtiéndose en nuestra segunda
casa, pasamos más horas allí.
Algo misterioso de la facultad es el plató o la sala de
radio, si eso que aún no hemos pisado y ya estamos en nuestro segundo año, ¿Para
cuándo prácticas de verdad y no prácticas que siguen siendo teoría?
También hay que hablar de la sala de ordenadores, una clase
llena Macs, cuando los ves por primera vez es motivante, y podemos presumir de
tener buenos ordenadores a nuestra disposición, pero si te llevan a esa clase
para aprender edición de video y lo que te enseñan es para niños de 10 años la motivación
por ver los ordenadores desaparece.
La facultad está bien, lo que aprendemos en ella cada uno lo
verá de una forma diferente, cuando terminemos saldremos sabiendo un poco de
todo y mucho de nada. No acabaremos la carrera siendo especialistas en algo,
eso ya tendremos que buscarlo en otro sitio, pero mientras podemos seguir
aprovechando lo que nos queda en la facultad… con sus cosas buenas y sus cosas
malas, esto es la UMA.
Alba M Portillo
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