jueves, 18 de abril de 2013

En el bosque


Cayó la noche.
Un aullido se escuchó por toda la aldea.
Las ventanas se cerraban.
Las persianas se bajaban.
Las luces se apagaban.
La niebla se dispersaba

Y esa era la hora en la que Ella salía a pasear.
Alta y pálida como la más alta y nevada de las montañas hacían de Ella un ser singular.
Sus cabellos negros se confundían con la oscuridad de la noche.
Sus paseos nocturnos eran rituales sellados con misteriosas melodías tan extrañas que nadie era capaz de cantarlas.

Los aldeanos vivían preocupados.
Nadie se sentía libre ni tranquilo.
Estaban seguros de que Ella con sus cánticos evocaba a malos espíritus que acabarían con la aldea.

Una noche, Ella salió por el bosque.
Niebla, oscuridad, frío, soledad.
Paseaba acariciando a los lobos pasionalmente.
y reía mientras seguía su camino.

El viento sopló sin esperarlo.
Los árboles se agitaban provocando un fuerte crujido.
Parecían esclavos pidiendo a gritos libertad.
Los lobos desviaron su vista hacia atrás.
Y Ella se detuvo, esperando la llegada del intruso.

Ese era el momento.
Una sombra se le acercaba.
Se oía el crujir de las hojas secas al pisarlas.
El intruso le agarró del brazo y la besó.
Tenía los labios agrietados.

Ella sintió pesadez.
La oscuridad del bosque se hizo más oscura.
Los labios del intruso le habían drogado.
Sentía a sus cinco sentidos desconectarse de ella.
Sus piernas no respondían.
Cayó al suelo.

El intruso rió.
Recogió el cuerpo desfallecido de Ella.
Se la llevó arrastrando a la profundidad del bosque mientras cantaba la extraña melodía que Ella solía tatarear en sus paseos nocturnos.

Los dos seres desaparecieron.
Nada se supo otra vez de extraños cánticos, ni paseadores nocturnos.
Pero no os confiéis. Algunos aldeanos cuentan que, por las noches, si agudizas bien los sentidos, podrás ver a dos resplandores vagando por el bosque tarareando una siniestra melodía que, hasta entonces, nadie había sido capaz de cantar.


Kazz Goa
Escrito algún día de 2005
Imagen: Ricky

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