La música, la escuche como la escuche, es capaz de despertar en mí cualquier emoción, sea cual sea, y la escucho en todo momento. Cuando voy en el coche y suena un tema de Queen o Guns’n Roses, todo cambia; el ambiente, yo mismo y hasta el día entero sólo con haber escuchado esa canción. Es increíble cómo una melodía hace que tu cabeza empiece a funcionar y hace que brote la melancolía, la alegría o las ganas de hacer algo emocionante. No hay que olvidar lo que han permitido internet y los pequeños reproductores de música en cuanto a portabilidad, es como llevar cultura en el bolsillo que además puedes disfrutar cuando quieras.
Pero
cuando todo esto da un salto a un nivel superior, necesitas algo más y el gusto
por esa cultura, esa música, hace que te intereses por el aquí y ahora. Ese
interés es el que me lleva a sacar una entrada para un concierto. Porque, pase
lo que pase, no es lo mismo escuchar tu tema favorito a través de un auricular
que directamente de la boca del cantante. Es como si vivieras ese momento
mágico en el que se produce esa cultura que tanto admiras.
En
cuanto a los consumidores de esta cultura, en mi opinión, se están fragmentando
y se están haciendo mucho más selectivos gracias a las posibilidades de
internet. Recientemente, fui a un concierto de Leiva y me sorprendió el poco
aforo que tuvo el evento. Pensaba en cómo llenaban estadios cuando él y Rubén
Pozo conformaban el grupo Pereza. Supongo que su estilo por separado es mucho
menos comercial pero, ¿qué hace que una canción o un cantante tenga menos
pegada? o ¿por qué sus seguidores bajan drásticamente? La respuesta es la
cultura de masas y la explicación es que hay una fórmula para hacer que todo el
mundo, o por lo menos la mayoría, se sienta a gusto con lo que le ofrecen y
cuando un artista decide separarse de esta fórmula y acercarse más a su propio
estilo. Aunque, esto no necesariamente significa que sea malo.
Cambiando
de tercios, otro medio de transmisión de cultura con el que he estado en
contacto es el teatro, aunque en menor medida que la música. A pesar de ello,
el primer teatro al que asistí me trasmitió la misma sensación de unicidad y
originalidad que mi primer concierto, como si esa obra que estaba viendo fuese
única y, de hecho, lo fue. No es porque no se representara en más ocasiones,
sino porque en ese momento y ese lugar, esos actores estaban allí interpretando
un texto que, aunque siempre sea el mismo, con cada representación es distinto.
En
conclusión y añadiendo algo a mi favor, os diré que no interesarme por la
cultura de los libros, no significa que no haya leído bastantes obras y os
puedo asegurar que también ocurre lo mismo que con el teatro y la música. Para
mí, depende de cada persona y del momento en que se haga la lectura.
Alejandro Méndez
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