¿Conocéis la cara que se pone cuando probáis un limón?
Un limón sin azúcares ni edulcorantes, tal cual, a la aventura. Cogéis el
limón. Lo mordéis, sin poder imaginaros la sensación de acidez tan brutal que
va a reposar sobre vuestros labios y encías. Arrugáis la cara, como si con ello
la intensidad de su sabor fuera a menguar. Apretáis la mandíbula y tratáis de
quitároslo de vuestra boca, provocando que gran parte de las fibras que
contienen jugo del mismo sean arrancadas en el proceso y reposadas en vuestra
lengua mientras vuestro cuerpo tirita y produce una sensación de éxtasis y
repulsión total. Pues eso es lo que me produce a mí la UMA pero si además pensamos
en todo ese proceso con varios limones a la vez.
Como para gustos los colores, habrá quien tolere
completamente el limón y esta triste metáfora no cobre ningún sentido, pero para
mí, ese es el proceso de amor/odio que me produce la UMA cada vez que pienso en
ella. Desde que abro los ojos y pienso en encaminarme hacia ella, desde que
vislumbro alguno de los edificios de la misma, escucho sus ruidos e inhalo sus
olores. Desde que escucho voces relacionadas con nuestra carrera, los nombres
de las asignaturas, los tropecientos trabajos que quedan por hacer o comprender
que dependo de material de la UMA y debo PEDIRLO, sabiendo que va a resultar de
poca ayuda y que, además, es un marrón responsabilizarse de él. Desde el
momento en el que veo la cara de alguno de los profesores a los que, en serio,
me gustaría increpar de manera absolutamente desmesurada, dejándolos completamente
empequeñecidos para recordarles lo miserables que son y que nos hacen creer que
somos. Pero solo a algunos, a otros me gustaría darles un abrazo mientras
aspiro aire para coger carrerilla y aguantar el tipo.
Pero resulta que cuando me he tragado las fibrillas
del limón junto a todo su ácido, reposa en mi paladar un sabor dulce y adictivo
que me pide más, que me pide repetir todo el proceso anterior y me hace darme
cuenta de que estoy viva porque vuelvo a sentir, ese dolor me despierta y me
avispa recordándome que tan solo yo puedo volver a repetir el proceso sin morir
en el intento. Debemos sentirnos contentos porque en esta carrera estamos adquiriendo
un sentido más, el de la superación. Un sentido que nos ayuda a comprender que
estamparnos ahora es bueno para ser más fuertes cuando caigamos en un futuro o
cuando nos intenten hacer caer. Un sentido que nos ayuda a valorar más lo bueno
y deja cicatrices de guerra que podremos enseñar a nuestros sucesores como victorias.
Nosotros somos los que hemos decidido comernos los limones de esta carrera,
pero no es culpa nuestra que los limones que nos ofrecen sean de un árbol mal
cuidado, que no se ha podado nunca y que no tiene calidad.
No necesito que sea anónimo, así que lo siento
Agustín y por vosotros compañeros, pero lo mismo que puedo decir de forma anónima lo puedo decir dando la
cara.
Belén M. Ochando
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