Ya
que mi otra entrada sobre la UMA fue un poco más general, esta vez
voy a centrarme en nuestra querida facultad, la de comunicación y
turismo (sí, cuenta la leyenda que hay algún alumno estudiando
turismo aunque nadie le ha visto).
Empezaré
hablando del edificio y en concreto por la parte más alta, aunque
nadie ha subido allí y ha vuelto para contarlo o si no ¿quién
puede explicar a dónde llevan esas escaleras que no van a ningún
sitio? Pero bajando un poco hasta donde está el escalón más alto
de la jerarquía, se encuentran esos pasillos repletos de puertas,
parecidos al de los dibujos de Scooby Doo cuando un fantasma los
perseguía. Sin embargo, a mi me transmite más miedo que otra cosa.
Nada más llegar arriba, ni siquiera sabes hacía que lado girar
porque los números parecen estar colocados aleatoriamente y cuando
vas pendiente del número, de repente te encuentras con una puerta
que pone “SE” y resulta que es un servicio que siempre tiene las
luces apagadas (será que el cartel de “por favor apaguen las
luces” que está junto el interruptor hace bien su trabajo). Una
vez casi me ahogo al abrirse un despacho por donde estaba pasando y
salir una nube de humo gigantesca con olor a tabaco.
Ahora
os hablaré de las personas que habitan en el interior de esos
despachos: nuestros queridos profesores. Se puede saber mucho de
ellos sólo con mirar cómo está decorado el suyo, hay algunos más
recargados, otros más austeros, los hay más desordenados y otros
más limpios pero, a pesar de que Félix Rodríguez de la Fuente
pudiera hacer un documental sobre ellos allí mismo, sabed que no son
de lo peor en absoluto. En otras facultades hay profesores que tienen
edad para estar jubilados y en su primer día de clase sueltan: -
“Yo, aparte de tener muchas enfermedades, tengo muchos años y
además no tengo ganas de dar clase hoy, así que poneos a relacionar
estos dos mapas conceptuales”. Por supuesto la tarea no sirvió
para nada.
Infinitamente yours
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