Es curioso que las
entradas que me parecen más aburridas y más insustanciales como el hablar en sí
mismo de la televisión ocupen un espacio mayor que otras en las que todos
tenemos algo que contar.
La televisión. No sé qué
decir de ella sinceramente. Bueno sí, como muchos ya saben (los 4 o 5 que me
siguen en Twitter para ver qué pongo y no por compromiso), la semana pasada no,
la anterior estuve completamente incomunicada, ni internet, nadie en casa, ni
vecinos normales con quienes conversar, ni radio, ni televisión porque se me
rompió el alimentador del satélite. Total que cuando llegué a mi casa y
descubrí que el Receptor de satélite no iba, en un principio me asusté porque
vale un dineral comprar uno nuevo y en segundo lugar sentí como un vacío. Así
que agobiada me tumbé en la cama y tan solo se escuchaba un silencio incomodo
que no me gustaba nada. Terminé apreciando como la luz dejaba de entrar por mi
ventana y todavía seguía yo completamente incomoda tumbada en la cama pensando. Vamos, que me sentí tal que así:
De vez en cuando mis
perros ladraban y me hacían dejar de levitar por mi mente, pero cuando se hizo
de noche todo fue a peor. Traté de leer algunos de los libros para Estructura
del Mercado pero no me concentraba. Había tanto silencio… así que me acosté y
me puse a dar vueltas por la cama porque ya me dolía todo de estar tantas horas
tumbada.
El resto de la semana no
fue muy distinta, deambulaba por la casa, salía, entraba, intentaba quedarme
más rato en la facultad para no quedarme completamente incomunicada en mi casa pero
el silencio y el vacío se adueñaban de mi por las tardes y tuve bastante tiempo
para meditar por qué esa sensación, por qué necesitaba tener la televisión puesta
si ni siquiera quería verla. Intenté suplantar esa sensación poniéndome películas pero no era lo mismo, la
mayoría ya las había visto, las que no había visto me dejaron completamente
loca, porque estaban chulísimas pero no era lo mismo. Se me pasó la semana lentísima
y cuando mis padres llegaron y descubrí que tenía otro alimentador de satélite
en el almacén la risa estúpida que me pude pegar fue pequeña. Me había pasado
una semana cual deprimida teniendo la solución a 20 metros de mi casa.
En fin, esto me sirvió para
reflexionar y darme cuenta de que lo que nos hace compañía de la televisión no
es solamente escuchar diálogos y abstraernos del mundo con las historias que
observamos, es el hecho de sentir que estamos conectados con la actualidad, que
conocemos lo que pasa en el mundo, es la sensación del directo, del “qué está
pasando que yo estoy aquí encerrada y no me entero”, es la sensación de sentir
que hay algo más fuera y de razonar y cuestionar lo que pasa en el mundo. Al
menos yo me sentí así, sentí esa necesidad. La televisión era lo de menos, pero es que tampoco tenía internet, ni radio ni nada.
Esta semana, al final, la
televisión la he tenido de fondo por simple compañía, pero me he dado cuenta
que saber que tenía la oportunidad de conectar con el exterior cuando quisiera
me hacía no darle tantas vueltas al coco y centrarme más en lo que tenía que
hacer.
Al final, para no tener
nada que contar, hasta me he pasado.
Belén M. Ochando
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