lunes, 22 de abril de 2013

Perdida en mi casa sin tv.



Es curioso que las entradas que me parecen más aburridas y más insustanciales como el hablar en sí mismo de la televisión ocupen un espacio mayor que otras en las que todos tenemos algo que contar.

La televisión. No sé qué decir de ella sinceramente. Bueno sí, como muchos ya saben (los 4 o 5 que me siguen en Twitter para ver qué pongo y no por compromiso), la semana pasada no, la anterior estuve completamente incomunicada, ni internet, nadie en casa, ni vecinos normales con quienes conversar, ni radio, ni televisión porque se me rompió el alimentador del satélite. Total que cuando llegué a mi casa y descubrí que el Receptor de satélite no iba, en un principio me asusté porque vale un dineral comprar uno nuevo y en segundo lugar sentí como un vacío. Así que agobiada me tumbé en la cama y tan solo se escuchaba un silencio incomodo que no me gustaba nada. Terminé apreciando como la luz dejaba de entrar por mi ventana y todavía seguía yo completamente incomoda tumbada en la cama pensando. Vamos, que me sentí tal que así:

De vez en cuando mis perros ladraban y me hacían dejar de levitar por mi mente, pero cuando se hizo de noche todo fue a peor. Traté de leer algunos de los libros para Estructura del Mercado pero no me concentraba. Había tanto silencio… así que me acosté y me puse a dar vueltas por la cama porque ya me dolía todo de estar tantas horas tumbada.

El resto de la semana no fue muy distinta, deambulaba por la casa, salía, entraba, intentaba quedarme más rato en la facultad para no quedarme completamente incomunicada en mi casa pero el silencio y el vacío se adueñaban de mi por las tardes y tuve bastante tiempo para meditar por qué esa sensación, por qué necesitaba tener la televisión puesta si ni siquiera quería verla. Intenté suplantar esa sensación  poniéndome películas pero no era lo mismo, la mayoría ya las había visto, las que no había visto me dejaron completamente loca, porque estaban chulísimas pero no era lo mismo. Se me pasó la semana lentísima y cuando mis padres llegaron y descubrí que tenía otro alimentador de satélite en el almacén la risa estúpida que me pude pegar fue pequeña. Me había pasado una semana cual deprimida teniendo la solución a 20 metros de mi casa.

En fin, esto me sirvió para reflexionar y darme cuenta de que lo que nos hace compañía de la televisión no es solamente escuchar diálogos y abstraernos del mundo con las historias que observamos, es el hecho de sentir que estamos conectados con la actualidad, que conocemos lo que pasa en el mundo, es la sensación del directo, del “qué está pasando que yo estoy aquí encerrada y no me entero”, es la sensación de sentir que hay algo más fuera y de razonar y cuestionar lo que pasa en el mundo. Al menos yo me sentí así, sentí esa necesidad. La televisión era lo de menos, pero es que tampoco tenía internet, ni radio ni nada.

Esta semana, al final, la televisión la he tenido de fondo por simple compañía, pero me he dado cuenta que saber que tenía la oportunidad de conectar con el exterior cuando quisiera me hacía no darle tantas vueltas al coco y centrarme más en lo que tenía que hacer.

Al final, para no tener nada que contar, hasta me he pasado.
Belén M. Ochando

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