Seguro
que todos nos imaginábamos la universidad como en las películas. Clases
gigantes en forma de gradas y un profesor o profesora hablando al que no podías
interrumpir ni preguntar nada. Típicas expectativas que te inculcan los
profesores en bachillerato. Entonces, llegamos a 1º de Comunicación Audiovisual
y nuestras proyecciones de película se hunden en un parpadeo.
Nos
vemos encerrados en un zulo, con una clase muy pequeña y con mesas y sillas que
no sólo no están colocadas en forma de gradas, sino que te destrozan la columna
más de lo que ya la traes destrozada del instituto… Hablamos del zulo, sí, pero
la facultad tampoco se diferencia mucho.
La
apariencia tampoco es lo más importante, no me importaría todo esto si los
contenidos que diésemos y la forma de enseñanza que recibiésemos de verdad
valieran la pena. Al fin y al cabo venimos a aprender, lo demás es secundario.
Claro que ¿estamos aprendiendo que lo deberíamos? Al fin y al cabo, para casi
todo lo que tenemos que hacer somos autodidactas. Yo me planteo (creo que como
la inmensa mayoría) si he elegido bien la carrera.
Todavía
recuerdo la charla sobre Comunicación Audiovisual a la que asistí en la jornada
de las puertas abiertas. ¡Qué bonito! Te ponen un lipdub de unos alumnos de 3º y
te hablan de las salidas profesionales. El resultado es que sales motivadísimo
pensando que vas a estar todo el día rodeado de cámaras, platós y que vas a
terminar la carrera siendo director de cine… Una mierda para nosotros, creo que
lo que más me ha enseñado han sido las jornadas de Cine Joven del año pasado.
Javi Mellark
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