No soy ninguna experta, ni moderna, ni guay, ni gafa-pasta, ni empollona, ni siquiera soy una auténtica cinéfila. Soy yo y me queda un mundo por aprender sobre cine. Desde que estaba en primaria me atrae el mundo audiovisual. De pequeña jugaba a ser reportera y cuando por primera vez cayó una cámara en mis manos empecé a fijarme en el cine. Me llamaba poderosamente la atención saber que con un simple aparatito podría hacer todo lo que se me pasara por la cabeza. Era, sin duda, mi evasión favorita. Si, durante esos años no existían para mí las limitaciones. Curiosamente a pesar que de que me gusta el cine, no hay demasiadas pelis en mi base de datos. Al llegar a la universidad me he dado cuenta de todo lo que me queda por ver y aprender. Quizás mis carencias no hayan sido por falta de ganas, más bien por otro tipo de circunstancias. La cuestión es que esta es una de las cosas que amo de la universidad, el ir descubriendo cada día algo del cine que no sabía, desde los Lumiérè hasta Gondry, pasando por el cine mudo o la nouvelle vague, etc. Gracias a algunas asignaturas o por el boca a boca entre compañer@s poco a poco mis base de datos aumenta y no noto que cada vez evoluciono un poco más, aunque recuerdo con cierta nostalgia cuando era pequeña y no existían las limitaciones.
Dicho esto me gustaría hablaros un poco de una película, sí,
me prometí a mí misma que intentaría hablar de otra pero no puedo
evitarlo. Esta película me hizo recordar
por qué me gusta el cine: Holly Motors.
Es posible cuando la veas o la ames o la odies, pero seguramente, te
guste un tipo de cine u otro, en esta película encontrarás algún fragmento que
te encantará.
Y digo esto porque este film es
muy sui generis, o dicho de una forma
más coloquial es una peli rara de cojones.
Pero cuando digo rara, no quiero decir aburrida. Puede que de buenas a primeras
no la entiendas pero no podrás parar de verla, de principio a fin. Te atrapa
¡Es la hostia!
Desde el minuto uno la película empezará a confundirte. El
propio Leos Carax (director del film) se despierta en una habitación y abre una
misteriosa puerta oculta en la pared que conduce a una sala de proyección llena
de espectadores que parecen estar dormidos. Mientras un corpulento e
intimidante perro negro avanza lentamente por uno de los pasillo de la sala y
un bebé en el pasillo paralelo, camina hacia la pantalla, la cual no llegamos a
ver. Y de fondo sonidos más propios de un barco. Y esto sólo es el comienzo de
la película…
La historia de ésta película transcurre durante un día en la
vida del Señor Oscar, que irá viajando de vida en vida, de personaje en
personaje. Viaja en una limusina blanca, la cual usa de camerino y siempre va
acompañado de su Chófer, la señora Céline. Pero no os confundáis, esto no es Cosmopolis. Aunque no te des cuenta, la
película se trata de una puesta en abismo un tanto peculiar, ya que no verás
las cámaras, ni nada por el estilo.
Este film es un recorrido por las películas de Leos Carax,
un recorrido por el propio cine. La clave de esta historia es el movimiento y
la trasformación, el “renovarse o morir” del mundo fílmico. Vemos el cine desde
los estudios del movimiento de Marey y Muybrigde a la Motion Capture, el movimiento es la clave y puede que sea por eso
que el Señor Oscar viaja siempre en limusina, en constante movimiento. Es
también una película de contrastes, en la que podemos pasar de mendigos a
banqueros, de monstruo de las cloacas a bellas modelos, etc.
Me gustaría hablar de unos de los personajes que interpreta
el Señor Oscar, el Señor Mierda, un ser de las cloacas al que le encanta fumar
ansiosamente y comerse todo que se encuentra, desde flores, pelo o dinero, ¡dinero!
Acaba secuestrando a una hermosa modelo (Eva Mendes) No cabe duda de que este
fragmento tiene mil y una lecturas posibles. ¿Señor Mierda como representación
de los valores de una sociedad superficial que ansía el dinero y lo bello? ¿Y
qué hay de la imagen pictórica que casi recuerda a la piedad de Miguel Ángel?
Pero esta vez como Cristo al señor mierda, cubierto de pétalos, desnudos y empalmado;
y a una bella modelo de actitud hierática como la Virgen María. Desde luego que
este fragmento no tiene desperdicio.
Otro pequeño fragmento que, particularmente, me gusta mucho
es el entreacto, justo a la mitad de la película como un pequeño descanso entre
relato y relato, una actuación musical del Señor Oscar que comienza a tocar el
acordeón en una iglesia y poco a poco van apareciendo otros músicos que lo
acompañan. Sin duda es uno de los momentos más vivos de la película. Aunque se
trata de eso, de un entreacto, que dará lugar a los relatos que desenlazarán el
film, podéis aprovechar para ir al baño si queréis, pero la música es muy
pegadiza, os lo advierto.
Es una experiencia muy interesante la de ver a Señor Oscar
(Denis Lavant) transformándose en diferentes personas y haciéndose dueños de
otras vidas. Señor Oscar es un actor que trabaja “por la belleza del
gesto”, puesto que parece no haber
espectadores que contemplen su actuación, se busca así mismo en cada papel que
interpreta y parece reencontrase con algo de lo que fue tras coincidir con
aquella mujer (Kylie Minogue) en la limusina de enfrente y recorrer el viejo y
abandonado edificio de La Samaritaine.
Me gustaría contaros todos los relatos que se inmiscuyen en
este film y otras muchas cuestiones sobre Holy
Motors, pero cualquier cosa que os diga sólo puede estropearla. Tenéis que
verla.
Myriam Mira
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