jueves, 4 de abril de 2013

Inventa nada, niega nada.


Los Miserables de Tom Hooper (2012) es la adaptación de la adaptación, pues no parte de la novela de Víctor Hugo, sino del musical.Es una película innovadora dentro de lo convencional puesto que las canciones son interpretadas en vivo, en el aquí y ahora, y gracias al uso potenciado de la steadicam la libertad de movimiento de los actores es total.
 Como la mayoría de los musicales, la teatralidad se ve acentuada. Sin embargo, aquí no nos van a pintar un mundo idílico.



Ésta  es una película de actores que acude a clichés como el amor a primera vista y a la acumulación de desgracias, todas ellas verosímiles a pesar del género, gracias a la coherencia que los intérpretes dan a sus personajes.
Es relativamente fácil evaluar el trabajo de otros desde fuera, pero construir un personaje no es nada sencillo.

Aquí el que capitanea es Hugh Jackman, sometido a unas transformaciones físicas importantes y a unas caracterizaciones exigentes. Este australiano coincide conmigo y con la mayoría de profesionales, en que para llorar no hay que pensar en cositas tristes como tu abuela muriéndose. Ni ante cámara ni en teatro uno  debe intentar llorar. Eso es hacer el memo. De hecho, en la vida real uno/a trata siempre de no llorar cuando verdaderamente quiere hacerlo, sobre todo si esas lágrimas son fruto de la angustia o la frustración. Las respiraciones también hay que tenerlas en cuenta. ¿Dónde se respira la ilusión? ¿Y la ira?
Si veis la escena en que Fantine (Anne Hathaway) es 'rescatada' por Valjean (Jackman), os daréis cuenta de que cuando ésta se indigna con el personaje masculino, empieza a respirar entrecortadamente, saliéndole el movimiento de las costillas situadas justo por debajo del pecho.

Los actores de Los Miserables son intérpretes que escuchan antes de contestar. No se han aprendido una manera de decir el texto. Porque, ¿eso qué es? Eso es lo que hago yo, no lo que se debe hacer. Hay que reaccionar al otro, porque puede que un actor le dé un sentido al texto y aquél con el que interactúa le dé una vuelta de tuerca tal que la idea que el otro llevaba queda inoperativa. Como no escuches, la cagas.

En los monólogos la activación es interna.

En la escena que os pongo a continuación, Jean Valjean está en una encrucijada entre su desprecio por la vida, y una mano bondadosa que le han tendido y que reclama su alma para Dios. El actor decide expresar (o eso intuyo) frustración ante un Dios que permitió que lo encarcelaran de manera injusta y que ahora lo reclama para sí, cuando en realidad está enfadado consigo mismo. Quiero observar en Jackman cierta tendencia a cargar a los personajes en la espalda (en La fuente de la vida también lo hace, aunque puede que ande cortita de percepción).

Valjean's soliloquy (ir a 05:26)

Lo de la exigencia física lo decía porque, además de hartarse a hacer ejercicio, se pasó 36 horas sin beber agua para la primera escena, que es en la que le dan la condicional. La réplica se la da otro australiano, Russel Crowe, que si bien no hace gala de su mejor interpretación, esta correctísimo y tiene una presencia apabullante, pero, con esa carita de osito Haribo, me choca. ¿No había otro para Javert?
Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter soportan el humor del filme y los momentos de distensión (hacer reír es más difícil que hacer llorar, no todo el mundo es Chaplin o le funciona tan bien el 'clown' como a Roberto Benigni). Bravo los dos, también.
En cuanto a Anne Hathaway, lo de esta mujer es dominio absoluto sobre la proyección de la mirada, los horizontes de la misma, y la respiración. Ha dejado de hacer de la niña bonita para enfrentarse a un personaje difícil y que además le suponía afearse sin perder su luz característica. Cómo aguanta esos planos cerrados tan largos manteniéndote atrapado/a.


La pregunta que cabe hacerse es, ¿es esto cine? Sí, pero hundido hasta los tobillos en el teatro, priorizando sobre la imagen las interpretaciones de los actores con el fin de emocionar, manipulando en la superficie todo lo que se puede (como si la música en sí no fuera suficiente), intentando hacer realista lo menos creíble (porque ni tú ni yo, querido lector, vamos por la vida cantando hasta que queremos ir al baño). Pero por favor, Tom Hooper, ¿por qué tanto melodrama? ¿No era ya bastante con la trama en sí? ¿Nos tenías que atiborrar a planos cerrados? Nótese también que al menos en dos canciones, opta por hacer una panorámica vertical para salir de la escena y luego mostrar una maqueta acartonada que quiere pasar por escenario natural (¿qué intentabas, simular cinematográficamente el levantamiento de brazos que hacen muchos actores en los clímax musicales?) Desde luego, te puede gustar más o menos la película, pero para mí en la dirección chirría un poco. Claro está, que yo no soy Tom Hooper ni tengo ovarios de hacer una película musical con sonido directo y tomas larguísimas, pero es que no tengo ni la formación ni los medios. Pero si los tuviera, no haría lo que tú haces como tú lo haces, Tom Hooper.



Marta M  Mata


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