martes, 30 de abril de 2013

La UMA es como una montaña rusa...

Continuando con la misma tónica, comentaré un poco el plan académico y sus respectivos docentes porque es lo que me ha tocado más de cerca. Haciendo balance sobre estos dos años de carrera, creo que la UMA se puede comparar perfectamente con una montaña rusa, puesto que la experiencia ha sido irregular en todos los sentidos.

Las asignaturas del primer año fueron dispares a más no poder, desde algunas soporíferas como Relaciones Públicas, pasando por otras interesantes a mí ver como Tª de la Comunicación o Técnica de la Imagen Fija (prácticas, ¡PRÁCTICAS!). Después te encontrabas con las típicas que piensas que están de relleno pero que al final gustan o son interesantes como ‘Sociología’ o ‘Construcción periodística’ (te queremos Ramonet). A mi ‘Historia de la Imagen Fija’ me gustaba, pero se hacía pesado el temario por Nekane, es lo que pienso.                   

¡Qué bonita es la UMA!



Con sus asientos acolchados, sus aulas aireadas e iluminadas, pero sobre todo… su gran docencia. ¿Hay que ver lo que aprendemos, verdad? 

¡Qué depresión! No quiero verme en la calle con un título en la mano y sin conocimiento práctico audiovisual. ¿Qué haremos la inmensa mayoría de compañeros, cuando lleguemos a una entrevista de trabajo y nos pregunten por nuestra experiencia en el manejo de cámaras, programas de edición, sonido o iluminación? Si alguno sabe de lo que le están hablando ya tiene un plus, porque otros creo que ni eso. ¿Qué estamos haciendo, o mejor dicho, qué están haciendo con nosotros? 

Siento que pierdo el tiempo viniendo a clase, entro a las nueve y media y a las 10 miro si el reloj se ha estropeado, porque el tiempo no pasa… ¿Cómo puede ocurrir, si se supone que estamos haciendo lo que nos gusta? Sé que no debo generalizar, puesto que hay profesores (aunque pocos) que te motivan y que hacen que aparezcas por la universidad, pero ¿qué pasa con los restantes (casi todos) qué hacéis que venir a clase sea peor que lamberle la cabeza a un calvo? ¿Por qué? 

Obviamente buscáis una asignación económica, pero ya que tenéis que venir a clase, y pasar “X” horas aquí, ¿por qué no hacerlo bien? Tranquilos, no morderemos, ni tampoco nos convertiremos en unos osos amorosos. Aunque claro, para ello muchos tendréis que renunciar a antiguas ocupaciones como el contrabando de “penes” (plural de pen, unidad flash USB), pero es un precio que seguro os compensará. ¡PROBADLO, y si no quedáis satisfechos, siempre podéis seguir sacándonos nuestro dinero!


                                                                                     Pankonmilka

Sin título

(1934) Balthus, lección de guitarra.

En un pasado no muy lejano la pintura y yo éramos como dos viejos compañeros de clase, sabíamos que existíamos, habíamos pasado tiempo juntos, nos caíamos bien pero nunca conseguíamos salir de fiesta juntos. La pintura siempre me había provocado curiosidad, yo dibujaba de pequeño, mi madre pintaba y mi padre se dedicaba a mirar (¿no son esas las tres fases por las que pasa una pintura: boceto, pintura y exhibición? Muy a grandes rasgos, claro). Era curioso porque al mismo tiempo esa pintura que tanto me llamaba la atención me provocaba repulsión, repulsión por el hecho de verla ahí, colgada de una pared,  tan inerte y tan viva, tan taciturna y tan cálida, tan profunda y tan superficial que hacía preguntarme si en el fondo el arte no era más que un sinfín de despropósitos personales de un autor sin escrúpulos  que yo, más cerrado que un mejillón de mar por aquel entonces, no conseguía entender y omitía de mis entrañas. También se daba el caso de que fuese yo ese autor sin escrúpulos, entonces la cosa cambiaba, era yo el rey diseñador de mi imaginación y nadie podía juzgar, sólo yo, lo que expresaba a modo de diario.

(1973) Ed Paschke, Joella.

Por fortuna, este planteamiento sólo sucedía en una mente inmadura, una mente incapaz de empatizar y darse cuenta que la pintura es un “mí” convertido en “nosotros”, una forma de expresión cedida en horizontal para ser interpretada. Por esto, desde hace un tiempo estudio lo que estudio, comparto lo que comparto, empatizo con lo que empatizo, y cada vez que voy a un museo de arte, sobretodo alguno de esos de arte contemporáneo, son más retorcidas las preguntas que mi cabeza plantea al subconsciente  cuando me coloco frente a frente delante de una obra; ¿cuál era su idea inicial?, ¿por qué estos colores y no otros?, ¿qué hubiese sido de esta obra sólo al carboncillo?, ¿Por qué esta forma aquí y no otra?, ¿qué COJONES me quiere transmitir este mojón colgado del techo? 



Sabéis de esa sensación después de entrar en un museo y ver cientos de obras, todas casi iguales, ¿a qué son muchas las que pasan impasibles ante tus ojos y sólo unas pocas las que desprenden un aura interesante que las hace resucitar entre la pared? Son esas precisamente las que tienen algo, quizás algo profundo sólo para ti, o algunas otras que hacen que ese sentimiento sea más universal, pero muy muy pocas lo consiguen verdaderamente, te chocan, te impactan y se quedan grabadas como si se tratase de una de esas marcas que llevan los caballos en su piel.

(1921) Otto Dix, At the mirror.
(1970) Eduardo Arroyo, El caballero español.




















En fin todo lo que he liado para deciros que me flipa el arte contemporáneo, aún más después de ver el museo de Pompidou en París. Las fotos son ejemplo de esos autores que consiguieron herir en mí después de toparme con sus obras por las esquinas. Hicieron sentirme bajito e interesarme por ellos por puro altruismo ya que nunca he estudiado arte, pero  quizás éstos autores llamaron a la puerta de mi vacío sin previo aviso y por eso me llaman a mí (puede que sólo a mí) la atención, quizás para vosotros no signifiquen nada, pero yo las veo tan mías que me dan miedo. He aquí la gracia del arte, tan abstracto y tan diverso que ni la mente más abierta consigue un sacrificio pleno a su entendimiento. Sin embargo, el arte cautiva por parcelas, parcelas de placer, parcelas de identificación y estás son algunas de esas parcelas con las que me siento pleno, estas que he querido compartir con vosotros.  

(1971) Peter Saul, Clemunteena Gweenburg.
(1926) Otto Dix, Retrato de la periodista Sylvia von Harden.
C. Matas


Flores en el ático


En esta entrada me gustaría compartir con vosotros, una de las obras que más me han gustado dentro de la inmensa variedad de literatura que he podido leer en mi vida. Han pasado varios años desde que lo descubrí, pero para mí, se convirtió en una de las obras más emocionantes que puedo recordar. La persona que me lo recomendó, sin duda me ha regalado una de las mejores experiencias en lectura.

¿Y cuál es ese libro? ¡Pues no es uno, son cinco! Se trata de la saga Dollanganger. Que consta de las siguientes obras: Flores en el ático, Pétalos al viento, Si hubiera espinas, Semillas del ayer y Jardín sombrío. Pero como me podría extender demasiado, prefiero hablaros del primer libro de la saga, Flores en el ático.

Se trata de una novela escrita por V.C Andrews, publicada en el año 1979. La historia nos cuenta la vida de la familia Dollanganger, formada por los padres, Christopher y Corrine, y sus hijos: Catherine, Chris, y los gemelos Carrie y Cory. Esta familia mantenía un estilo de vida idílico y perfecto, pero la situación cambia cuando el padre muere en un accidente de coche.

La familia se inunda en una depresión, y por si fuese poco se empiezan a arruinar, ya que el padre era el único que poseía trabajo. Corrine, después de pensarlo mucho, decide mandarle numerosas cartas a su madre para pedirle que le acoja en su mansión. Su madre, Olivia, accede; pero impone su propia condición: los niños deberían quedar encerrados, para que el abuelo, Malcom, no se enterara de su presencia allí. Corrine, para que los niños acepten, les explica que ella en el pasado había hecho algo que su padre desaprobó, y por lo tanto la había desheredado. Sus padres eran millonarios, y su intención era ganarse de nuevo su cariño, ya que su padre estaba al borde de la muerte, y de aquella manera ella heredaría toda su fortuna. Los niños son encerrados en una habitación, sin poder salir, manteniéndose ocultos, sin poder asomarse a la ventana, sin más comida que la que le traen a escondidas, y sin más salida que el acceso desde la habitación a un ático oscuro, sin aire libre, sin sol... 

La madre, los primeros días, va a visitarlos un poco. Les pinta un futuro maravilloso a los niños, contándoles todo el dinero que tendrían, les lleva regalos, y les afirma que sólo estarían encerrados un par de días. Sin embargo, al pasar el tiempo, la madre deja de visitar poco a poco a los niños, y va perdiendo el interés por ellos. Los días se convertirán en años. Los niños son físicamente y psíquicamente maltratados por su abuela que les amenaza con castigos muy severos.

Los niños, pasan hambre, ya que su abuela en momentos no les da de comer, Chris y Cathy tomarán medidas extremas para alimentar a sus hermanos pequeños, como quitarse sangre y dársela a beber, ya que los gemelos empiezan a enfermar gravemente. 

La escritura de Andrews es sin lugar a duda, maravillosa, es capaz de hacernos entrar en la historia, hace sentir al lector todo lo que sienten los personajes, sus llantos, sus injusticias,…; y a pesar de los escasos escenarios con los que cuenta la novela, no aburre en absoluto, sino que os mantendrá en estado de tensión y emoción constante (lo de que cuando empiezas, ya no puedes parar… ¡SIN DUDA!)



A. Pouso


Hello, and, again, welcome to the Aperture Science Computer-Aided Enrichment Center.

Quiero aprovechar esta sección en el blog, al igual que algunos compañeros de otros grupos reducidos, para hablar del mundo de los videojuegos.


 Sé que puede parecer un tema aburrido, algo muy friki, muchos de vosotros mirareis esta entrada y pondréis los ojos en blanco o cara de oler a mierda. Pero tengo derecho a defender los videojuegos, y me gustaría que alguien me escuchase.

¿La UMA? Maravillosa, maravillosa…


Indaguemos un poco en la enseñanza. Después de dos años y cuatro cuatrismestres, nos hemos visto las caras con muchos profesores, ¿profesores? Sí, así es como hay que llamarles.

Y yo me pregunto, ¿qué hay que hacer para ser profesor de universidad? Yo quiero tener un sueldazo, dar algunas clases, tener un despachito, ser súper importante y no enseñar una mierda. Bueno, sí, enseñar sí, pero como yo vea. Luego el día del examen exijo a mis alumnos que sepan mucho y soy muy estricto al corregir.

¿Favoritismo? No que va, yo sería neutral, como todos. Da igual que me laman el culo, yo le pongo las matrículas a los que la merecen… y a los que no, también.

En fin, tampoco vamos a generalizar con todos. Es cierto que ha habido grandes profesores y profesoras, pero que se cuentan con la mitad de los dedos de una mano. Los demás:

O no saben explicar o no dan clase para hablar de política, también pueden dar clase pero para hablar de ellos mismos.

Algunos te intimidan robándote tu espacio personal, otros se contradicen en sus explicaciones.

Otros te bañan con sus babas y otros no te prestan ayuda para hacer un trabajo porque si no tienen que bajarte la nota.

Están los que ponen power points con colores que te dejan ciego y los que en sus power points no se distingue el texto. 

Otros no usan power points pero hablan como el tío calvo de Aquí no hay quien viva.

Algunos están sordos y otros pecan de oído fino. Ejemplo: te giras para preguntar al de al lado lo último que ha dicho el profesor, no has terminado de pronunciar la frase y te manda callar cual gorila como si estuvieses chillando…



Ranmahountan