martes, 14 de mayo de 2013

Medidas de cama

Estaba oscuro, aunque ambos cuerpos casi inertes en aquella pequeña cama de 1'80 sabían perfectamente que afuera reinaba el brillo del sol junto al bullicio de la calle. Los coches rugiendo en la carretera, un grupo de personas riéndose en la cafetería de algo que, en ese momento, a ninguno de los dos le importaba.
Ambos se movían poco y solo él roncaba ligeramente. Ella, en cambio, suspiraba mucho por las noches, como si estuviera a gusto en aquel momento y en aquel lugar. A él le encantaba oírla suspirar. A veces, incluso se excitaba un poco y no podía evitar despertarla para desahogarse. Entonces él lograba dormir, mientras a ella le costaba volver a conciliar el sueño casi todo el resto del día.
Siempre que acababan de amarse y él se dormía dándole la espalda, el corazón de ella, sin saber por qué, comenzaba a latir con fuerza, como si se le fuera a salir del pecho. Le latía a tal punto que temía que él se fuera a despertar. Entonces ella se giraba y le daba la espalda. Para intentar dormir tendría que dejar de mirarlo (era algo que había aprendido con el tiempo). Y, entonces, él se volvía con un suspiro largo, como si la echara de menos, y la abrazaba por la espalda. Aprisionaba su pecho contra la espalda de ella y los latidos de ella comenzaban de nuevo a sonar estrepitosamente.
Decidió que no podía seguir con ese insomnio. "Mañana iremos a Ikea a comprar una cama más grande", se dijo a sí misma.






Custard.

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