La mecánica de la despedida es simple. Volvemos a aquel día de abismos, de naturalezas muertas, de aeropuertos. Volvemos a ese día que nunca sucedió. Volvemos a ese día en el que yo no dije nada, en el que tú nunca te fuiste... Entonces todo marcha a cámara lenta y del revés. Todo se para, muerdo la manzana y se hace la noche.
Mientras sueño, brotan en mí nuevas ideas. Mientras sueño, el tiempo mengúa en mi interior, hablando conmigo. Las agujas del reloj se introducen en mi mente sin llamar, y el recuerdo me va mancillando en sueños. Qué ironía despertar gracias al fruto del tiempo, ¿Verdad?
Las heridas resultantes sanaron con la primera brisa del invierno. Con el mismo ímpetu con el que se rompen nuestros abrazos al despedirnos. Con el mismo ímpetu en el que te mando a la mierda al borde de un ataque de nervios...
Entonces gritan ¡Corten! y hay que repetir la escena...Nuevo escenario, nuevos actores. Surgen nuevas historias a partir de la anterior, nuevas canciones a partir de viejos relatos. De noches perras de insomnio, de Amantes Pasajeros y de otras intertextualidades del montón.
F. Hardy.
Dedicado a L. Querido, este adios, no maquilla un hasta luego. Y aunque sé que no lo leerás, la fotos de antaño estan en muy buen lugar. Y trescientossesentaycinco días después, seguí fotografiando, muy a tu pesar.
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