martes, 7 de mayo de 2013

La arquitextualidad del silencio.

Prólogo aspartámico.
Tengo la sensación de que todo lo que me rodea no es más que un cruel baile de sonrisas impostadas. La mentira, el maldito condimento del día a día, ha llegado a la mesa. Ya no hacen falta bandejas de plata para servir cabezas.
Trato de lanzar desesperadamente una botella más al mar. Pero en lugar de eso me enfado, me exaspero ante la realidad impávida que me azota en la cara. Gano una cicatriz sempiterna, pierdo los nervios. Pierdo la calma. Pierdo el control. Me pierdo. Los pierdo.Te pierdo. 
Tengo la sensación de que cuando cruce este umbral, nada seguirá siendo igual. Tú te levantarás y el café seguirá estando allí. Yo me elevaré y el suelo se alejará de mí. Y con ella la casa, el recuerdo de aquel sueño que tuvimos a la par y el café que hace minutos te tomaste. Y con él, el olvido como edulcorante. Aspartámico. Nocivo. Artificial.

Carta a la mentira encubierta (manuscrito arquitextual).

Jodido teatro, máscaras puestas. Bailemos, pues.
Juguemos a falsear la realidad. Juguemos a disfrazarnos. Juguemos a estar, a nadar entre conceptos. Juguemos a hacer como que nos aguantamos cuando no podemos ni vernos. Juguemos a impostar el protocolo. Juguemos a mentirnos en la puta cara, a escupirnos el velo. A follarnos la verdad.  A dejar después la mentira en la mesilla de noche.  A pedir permiso para pedir perdón.
Enseñadme los dientes y comenzad a bailar, que yo os sigo.
Enseñadme la máscara, y comencemos el teatro.
Que yo os sigo.  Que yo os sigo. Sí.

F. Hardy.

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