Tengo la sensación de que todo lo que me rodea no es más que
un cruel baile de sonrisas impostadas. La mentira, el maldito condimento del
día a día, ha llegado a la mesa. Ya no hacen falta bandejas de plata para
servir cabezas.
Trato de lanzar desesperadamente una botella más al mar.
Pero en lugar de eso me enfado, me exaspero ante la realidad impávida que me
azota en la cara. Gano una cicatriz sempiterna, pierdo los nervios. Pierdo la
calma. Pierdo el control. Me pierdo. Los pierdo.Te pierdo.
Tengo la sensación de que cuando cruce este umbral, nada
seguirá siendo igual. Tú te levantarás y el café seguirá estando allí. Yo me
elevaré y el suelo se alejará de mí. Y con ella la casa, el recuerdo de aquel sueño que tuvimos a la par y el café que hace minutos te tomaste. Y con él, el olvido como edulcorante.
Aspartámico. Nocivo. Artificial.
Carta a la mentira encubierta (manuscrito arquitextual).
Jodido teatro, máscaras puestas. Bailemos, pues.
Juguemos a falsear la realidad. Juguemos a disfrazarnos. Juguemos a
estar, a nadar entre conceptos. Juguemos a hacer como que nos aguantamos cuando
no podemos ni vernos. Juguemos a impostar el protocolo. Juguemos a mentirnos en
la puta cara, a escupirnos el velo. A follarnos la verdad. A dejar después la mentira en la mesilla de
noche. A pedir permiso para pedir
perdón.
Enseñadme los dientes y comenzad a bailar, que yo os sigo.
Enseñadme la máscara, y comencemos el teatro.
Que yo os sigo. Que yo os sigo.
Sí.
F. Hardy.
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