"Soy
demasiado tímido para ser actor" fue la conclusión a la que
llegué tras, a mis catorce o quince años, preguntarme qué quería
hacer con mi vida en un futuro. Y sí, soy demasiado tímido como
para presentarme a un casting,
demasiado tímido como para ponerme delante de una cámara. Si me da
vergüenza hablar delante de una clase de veinte personas, creo que
hablar delante de más de cincuenta miradas en un teatro, en voz alta
y con un foco apuntándome a la cara no se me daría muy bien. Aunque
sí que podría interpretar a un tipo con la mirada constantemente en
el suelo, la voz entrecortada y un tartamudeo persistente. Eso se me
daría genial.
Un
tiempo después seguía dándole vueltas al asunto... “Actor no,
imposible...”. Suena muy tópico pero un día de reyes llegó una
cámara de video a mi casa. Tras toquetearla y grabar cuatro
tonterías supe a lo que quería dedicarme. Supe que eso se podía
estudiar si uno quería dedicarse al cine y me dije “¡Perfecto!”.
Yo tengo un sueño y ese sueño es vivir del cine y no tengo un 'Plan
B'. “Está totalmente prohibido ser director de cine, elige otra
profesión”, soy muy indeciso y ante esa hipotética orden que
alguien me impusiera podría pasarme horas, días y meses pensando
qué trabajo escoger, igual que me puedo pasar una hora en el
Mercadona pensando qué voy a cenar esa noche o con una película en
la Fnac preguntándome “¿me la compro?”. Igual acabo de
indigente en la calle. Pero tranquilos, soy demasiado tímido como
para pediros dinero...
Allan
Stewart Königsberg
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