domingo, 10 de marzo de 2013

A 200 km de distancia


Vine a Málaga para comenzar de alguna manera mi largo, duro e incierto camino hacia el mundo del cine. Desde hace unos cuantos años lo tenía bastante claro. También existía la posibilidad de Madrid, pero Madrid está lejos y el trayecto en autobús no incluye 200 kilómetros de mar Mediterráneo.

Málaga me pareció bonita, muy grande, con mucha gente... Todo multiplicado por dos con respecto a lo que estaba acostumbrado en mi ciudad. Los primeros meses ya estaba cansado de tanto caminar y andar perdido cogiendo autobuses para ir al cine más cercano por el que tengo que pagar casi el doble de lo que estoy acostumbrado. Aún así, Málaga me gustaba. Me costaba asimilar que no podía volverme andando desde el centro hasta mi casa una noche de fiesta, y si lo hacía (que lo he hecho) era casi una hora y media de recorrido interminable. No importaba, Málaga me seguía gustando.

Sin embargo, y volviendo al tema inicial del cine, llegó la primavera a Málaga y con ella el Festival de cine. Todo era distinto. Una interminable alfombra roja recorría la calle Larios. Sí, es un trozo de alfombra de color rojo, vale... ¿Pero no puede uno fantasear un poco e imaginarse que esa alfombra roja está puesta para ti y que la gente que camina alrededor en realidad lo que hace es admirarte y gritar tu nombre? Pero bueno, luego desperté, vi a Elena Anaya y seguí soñando.

Daniel Parra.

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